domingo, agosto 24, 2025

Proyecto Hyperion: cómo es el plan para llevar humanos más allá del sistema solar en un viaje sin retorno

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El Proyecto Hyperion apuesta por los viajes interestelares tripulados con un prototipo de nave capaz de surcar el espacio durante siglos. Concebida como ecosistema autónomo, permitirá que distintas generaciones se desarrollen, reproduzcan y mueran en su interior, asegurando la continuidad de la misión hasta llegar a Próxima Centauri b.

Lo distintivo de la Chrysalis es que no busca ser un arca para rescatar a la humanidad de una posible extinción, visión que promueve Elon Musk con sus planes de colonizar Marte. Su propósito es servir como base científica para explorar más allá del sistema solar. La misión está pensada para pioneros con vocación exploratoria, dispuestos a afrontar una odisea interestelar.

Aunque este ambicioso ensayo tal vez nunca se materialice, abre la posibilidad de explorar otros mundos y reaviva la discusión sobre desarrollos pendientes como la fusión nuclear. Esa fuente de energía será esencial en travesías prolongadas, donde la ingravidez acelera el deterioro de huesos y músculos del cuerpo humano.

Chrysalis es una nave diseñada por ingenieros elegidos ganadores en el concurso Hyperion. Su estructura modular, inspirada en las muñecas rusas, combina áreas para vivir, trabajar y cultivar alimentos. Todo el sistema funciona con gravedad artificial, lo que permite una experiencia espacial más cercana a la vida en la Tierra.

Varias generaciones se sucederán en el interior de la Chrysalis.

Este descomunal navegador espacial, consta de una estructura tubular de 58 kilómetros y fue concebido para un viaje sin retorno hacia Próxima Centauri b, un exoplaneta ubicado a 4,24 años luz con rasgos comparables a los terrestres. Su sección delantera, de forma cilíndrica, sirve para atenuar el choque de micrometeoritos y refuerza la solidez en fases de aceleración y frenado.

La vida en Chrysalis se distribuiría en círculos concéntricos, mientras que el “Cosmos Dome” quedaría fuera de esta circularidad. Esta cúpula de 130 metros de alto y 360 de diámetro, se desprendería al llegar a destino. Gracias a sus paneles, sería el único punto de contacto visual con el universo exterior.

Se estima que más de un millar de personas dedicarán su vida a la misión, con descendientes que se irán sucediendo durante un trayecto de cuatrocientos años, dividido en siete etapas.

El primero, que dura unas ocho décadas, consiste en seleccionar a la tripulación fundadora y someterla a un adiestramiento en condiciones extremas de aislamiento en bases antárticas, donde aprenderán a forjar la identidad cultural y moldear reglas colectivas que hará posible la convivencia en un ambiente adverso.

Durante el cuarto de siglo restante, la gigantesca nave sería ensamblada en el Puntos de Lagrange (ubicado en la Luna, a 326.400 km del centro de la Tierra) evitando perturbaciones gravitatorias y utilizando los recursos minerales del satélite natural.

La gravedad simulada se lograría mediante rotación que busca reducir el desgaste físico y replicar la experiencia terrestre. La vida a bordo se sostendrá a través de sistemas cerrados que reciclan agua, aire y nutrientes. La alimentación combinaría cultivos vegetales, hongos, insectos y animales pequeños.

Tras el lanzamiento, la nave demoraría cerca de un año en alcanzar su máxima aceleración y continuaría casi 4 siglos en régimen de velocidad crucero. En su interior hay espacio para unas 2.400 colonos y la convivencia estaría organizada en anillos concéntricos que integrarían viviendas, áreas agrícolas y hábitats artificiales destinados a sostener el abastecimiento de alimentos.

Escape a toda máquina

El interior de la nave Chrysalis.

Hoy, la propulsión espacial constituye el mayor limitante para alcanzar destinos más allá de la Luna. Con cohetes químicos, un viaje a Marte -en la ventana más favorable- demanda unos nueve meses, o dieciocho con retorno incluido, pese a que la separación es de apenas 50 millones de kilómetros. Frente a esa escala, las distancias hacia los sistemas estelares vecinos resultan abrumadoras.

Alfa Centauri, la estrella más próxima al Sol, está a 4,3 años luz de distancia. Incluso viajando a la velocidad de la luz, el trayecto insumiría 4 años. Con un cohete convencional, como los usados en el programa Apolo, demandaría más de 6.700. Entre todas las incógnitas del viaje interestelar, la propulsión continúa siendo el mayor obstáculo.

La nave Chrysalis aspira a desplazarse al 1,07% de la velocidad de la luz, lo que representa 17 veces más que el récord de la sonda Parker, capaz de alcanzar 690.000 km/h.

El impulso provendría de un reactor de fusión directa alimentado con helio-3 y deuterio, todavía en fase conceptual. Para dimensionar la diferencia, en cuatro siglos de viaje la Parker solo habría avanzado un 6% del recorrido previsto.

Los trabajos más pesados estarían operados por robots, y no será lo único, ya que el plan incluye una gobernanza combinada entre humanos y una IA.

Para reducir conflictos derivados de la falta de insumos, la reproducción estaría regulada, manteniendo a la comunidad dentro de un número que el sistema pueda sostener. La reutilización de materiales se vuelve esencial y la energía de todo el hábitat provendría de reactores de fusión nuclear para alimentar la estructura.

La historia de este proyecto se remonta a 2012, cuando investigadores fundaron i4is, una entidad sin fines en el Reino Unido. Entre sus propuestas figura Hyperion, que reúne a expertos de distintas disciplinas y nacionalidades con el fin de concebir una nave viaje más allá de nuestro Sol.

Jeff Bezos ahora va a Marte

Render del el Orbitador de Telecomunicaciones de Marte (MTO).

Blue Origin su sube al tablero marciano con un satélite clave: el Orbitador de Telecomunicaciones de Marte (MTO), que sumará músculo a la NASA en su misión de llegar al planeta rojo en 2028. Este navío, nacido sobre la plataforma Blue Ring, está listo para desplegar comunicación de alta velocidad entre los planetas vecinos.

El MTO será el corazón de una red orbital robusta. Transportará enlaces direccionales de banda alta y satélites UHF en órbita baja marciana, asegurando cobertura para activos robóticos actuales y futuras misiones con entrada, descenso y aterrizaje.

La propulsión híbrida del MTO –combinando sistemas eléctricos y químicos– amplía la ventana de lanzamiento y reduce riesgos en condiciones desfavorables. Puede llevar hasta mil kilos de carga útil a la órbita marciana, lo que maximiza su utilidad estratégica para la NASA.

Blue Origin no apuesta solo por hardware: el MTO cuenta con capacidades de procesamiento «edge», almacenamiento de datos e inteligencia artificial integrada. Es infraestructura viva, pensada para adaptarse a futuras exigencias científicas y operaciones exploratorias en Marte.

SL

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