domingo, septiembre 7, 2025

El reencuentro del padre y el hijo que no se vieron 10 años por una falsa denuncia: «Ahora es el tiempo de reconstruir»

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Llevó más de un mes concretar la entrevista y la negativa se mantuvo hasta veinticuatro horas antes de su realización. Las excusas eran más que entendibles: un padre volvía a ver a su hijo después de más de diez años de distanciamiento. A ese primer encuentro, a principios de agosto, se sumaron tres más. «Estamos recién conociéndonos, la movilización interna es tremenda, apenas podemos con nosotros, ¿cómo querés que hagamos frente a un periodista y una cámara al lado?», se excusaba con lógica el papá. Finalmente, llegó un mensaje: «Los esperamos en mi consultorio el viernes a la tarde».

Médico obstetra, Pablo Ghisoni (57) invitó a su instituto médico ubicado en el centro de Lomas de Zamora. Primero, claro, le había consultado a Tomás (23) si estaba de acuerdo para hablar con Clarín y hubo luz verde. «Si pudimos hacerlo por separado, entre tantas miserias, ¡cómo no vamos a hacerlo ahora, que estamos intentando enderezar el barco!», habría sido el inicio de la aceptación.

Viernes por la tardecita, en una fría jornada en el sur del conurbano, padre e hijo posan para unas fotos que hacen en silencio, en un patio interno. La procesión va por dentro. Cronista, fotógrafo y videógrafo entramos al consultorio. Entre ellos hay una distancia lógica, no se advierten apego ni desmesura para la ocasión. Cada tanto, una sonrisa aislada, no la caretean.

«Yo estoy todo fracturado por dentro, sufrí una implosión que me destruyó a mí y a todo mi alrededor… Como puedo estoy empezando a soldar tanta rotura. Llevará bastante tiempo», grafica el médico. «A diferencia de él, yo me siento no sé si más aliviado, pero con ese video que publiqué y que se hizo viral, pude sacarme un gran peso de encima, aunque no quita la culpa que me sacude por alimentar el daño que él sufrió tantos años. Los días previos al video estaba ansioso, porque ya no quería que pasara un día más sosteniendo esa mentira», descarga el estudiante de Derecho.

El 23 de julio pasado se conoció un video publicado por Tomás y realizado en el SUM de su casa, en Ciudadela, cuyo impacto, reconoce, superó las intenciones. “Mi nombre es Tomás Ghisoni. Cuando era adolescente acusé falsamente a mi padre de algo gravísimo y lo más difícil de admitir es que sostuve esa acusación por más de diez años”, arrancaba la filmación del joven que tiene una pyme de servicios de telecomunicaciones.

Una vínculo en construcción. Así están hoy Pablo Ghisoni y su hijo Tomás, después de más de una década sin verse. Foto: Emmanuel Fernández

“Crecí escuchando que mi papá era peligroso, que tenía que tenerle miedo, que nos había hecho daño, que nos había lastimado, nos golpeaba… Y yo, como hijo, creí lo que me decían -proseguía en el video-. No fue una mentira inventada por mí, fue una historia sostenida, repetida, impuesta por una figura adulta por la que yo confiaba plenamente: mi madre. Mi papá fue preso tres años, perdió su trabajo, su nombre, su salud, su dignidad. Yo perdí la verdad, la confianza en mí mismo, mi familia y a mi papá».

Habla Tomás, escucha Pablo. Un reencuentro padre e hijo después de una falsa denuncia que los distanció más de una década. Foto Emmanuel Fernández

Detenido en 2019, Ghisoni volvió en 2022 a su casa después de estar preso en un instituto de salud mental en Banfield. Fue absuelto en septiembre de 2023 por el Tribunal en lo Criminal N° 3 de Lomas de Zamora. En mayo último, la Sala I del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, en un fallo dividido, rechazó el recurso de apelación presentado por Vázquez (56). Los médicos estuvieron casados nueve años, hasta que se separaron en 2009.

«Es increíble ver la fortaleza de mi papá, su poder de resiliencia y su generosidad para aceptar abrirme las puertas… Sé que está muy herido, pero pudo volver a trabajar, a tener su propio espacio y mantenerse de pie ante lo terrible de ser acusado por mí, su propio hijo, falsamente, de haberme abusado. Una falsa denuncia es terrible para quien la padece, porque destruye por dentro y por fuera, roba años, arrasa con familias, siembra desconfianza», hace catarsis Tomás, que luce nervioso.

Sentados uno junto a otro, se escuchan con atención, pero se miran poco. O lo hacen cada tanto y luego bajan la vista. Se percibe algo de tensión en el ambiente y es entendible, cuatro veces se vieron en 32 días. Cuatro veces se vieron… en una década. Ésta, con Clarín, es la quinta. Tomás es más emocional con sus gestos para querer acercarse y Pablo luce cerebral, más agazapado y precavido, con temor a resultar otra vez herido.

Pablo y Tomás Ghisoni, antes de la falsa denuncia que los separó una década.

«Días antes del video que hizo, yo estaba cenando con mi hijo mayor, Francisco, que siempre estuvo conmigo y confió en mí, quien me mostró un mensaje de WhatsApp. Era de Tomás, dirigido a mí, y decía algo así como que me pedía perdón, me expresaba su arrepentimiento por lo que había hecho y su interés por encontrarnos». Pablo recogió el guante y le hizo saber a su hijo que, antes que nada, hiciera una demostración pública de eso que le manifestaba de manera privada. A los pocos días apareció el video y en los primera semana de agosto se produjo el primer encuentro.

«Fuimos a un bar aquí en Lomas. Yo llegué primero, me senté al lado de una ventana, mirando a la puerta. Quería verlo llegar para estar preparado y no sé cómo hizo, pero entró por una puerta lateral y me sorprendió tocándome el hombro», repasa Tomás, que amplía: «Estábamos en dos frecuencias diferentes. Yo, con la urgencia de expresarle mi arrepentimiento y él con la necesidad de un tiempo para procesar tanta información».

En el medio, Andrea Vázquez, acusando a su hijo Tomás de ser «comprado» por su padre Pablo. «Me decía ‘¿Cuánto te pagó, cuánto te pagó para que hagas el video?’. Está convencida de que yo lo hice por plata. Después me bloqueó y no supe más nada desde entonces». El hermano menor, de 16 años, es el único que vive con su madre y es el que genera más preocupación al padre.

Andrea Vázquez, funcionaria de La Matanza, ahora denunciada por falso testimonio.

«Es difícil entender el mecanismo perverso de cómo opera esta mujer. Si no aceptás lo que ella dice, sos su enemigo. Yo estuve casado nueve años y viví un calvario para sostener la pareja. En realidad lo hice por mis hijos, que todavía eran chicos. Padecí su avasallamiento», mastica bronca el médico ginecólogo.

La conversación va y viene, cuesta mantener un hilo conductor. Vuelven al encuentro del bar donde se vieron las caras por primera vez. «Yo lo había registrado en la tele, tenía fresca su cara, pero no sabía si darle un abrazo, un beso o extenderle la mano. Finalmente nos abrazamos un largo rato. Fue muy emotivo«, expresa Tomás. «Apelamos a la espontaneidad, tampoco uno puede estar digitando cada paso que va a dar», complementa Pablo. «Hubo tensión, nervios, llanto, una coctelera de emociones», ilustran ambos.

A los ojos. «Queremos volver a mirarnos sin complejos, algo que costará, pero lo vamos a lograr». Foto Emmanuel Fernández

Esa primera vez, el 3 o 4 de agosto, no recuerdan, estuvieron cinco horas. «El bar en el que estábamos cerró y nos fuimos a cenar. Lo más curioso de la charla fue que él empezó pidiéndome perdón a mí y no me parecía justo, y se lo dije, le confesé que yo cargaba con tremenda culpa. Si bien había sido manipulado por mi madre, yo fui el ejecutor a la hora de ratificar esas acusaciones. Soy consciente del daño que le hice. Cuando nos despedimos esa vez, sin quedar en nada, nos propusimos mirar para adelante, proyectar y ver cómo seguíamos», puntualiza Tomás, que admite que le cuesta llamarlo «papá» a Pablo.

El también quiere mirar para adelante. Lo repite. El pasado le produce escozor. «No es momento para recriminaciones, para revolver la mierda, perdimos mucho tiempo. Como le dije a Tomás, si uno tiene intenciones de recomponer el vínculo, no se puede vivir contando los soldados caídos… Como diría nuestro presidente, tenemos que hacer tabula rasa. Ahora es el tiempo de reconstruir con lo que quedó y ver qué nos pasa, cómo y de qué manera nos reconocemos. Yo lo dejé de ver a los 13 años, cuando era un nene, era otra cara, otro cuerpo. Perdí todo contacto, porque lo único que recibía eran agresiones, y ahora me reencontré con un adulto empresario, maduro y con un razonamiento lógico, sabiendo que estuvo mal y quiere retractarse».

Pablo Ghisoni (57), el médico víctima de una falsa denuncia, y su hijo Tomás (23) y Juan Vázquez (80), abuelo de Tomás y suegro de Pablo, en un primer reencuentro por Zoom. Foto Captura LN+

Pablo está en pareja desde 2012 y describe a su actual mujer como «un pilar clave, un sostén de alguien que se caía a pedazos», por eso -dice- acepta sentirse «medio a la defensiva, me tengo que proteger». Quizás, de manera inconsciente «voy poniendo un freno de mano a la revinculación, me parece algo natural. Tengo miedo de volver a ser lastimado… Yo no sé cómo la madre va a reaccionar, si lo puede volver a manipular, no sé… Y a la vez, noto la necesidad que tiene Tomás de juntarse. Entonces estamos buscando la medida justa entre ambos y que se vaya dando sin forzar nada».

En esta etapa de reparación, Pablo aceptó la invitación y conoció la casa de su hijo, quien le presentó a su novia Aldana -aquí presente, pero al margen-, que cocinó pizzas caseras. «Fui solo, sin mi mujer, porque este tema de la integración no es nada sencillo, cada uno tiene sus tiempos. Esto que pasó nos pegó a todos y mi mujer llegó a tener un fuerte vínculo con Tomás en 2012, antes de que todo explotara. No es nada sencillo volver a ensamblar todas las piezas. Tiempo al tiempo».

Tomás Ghisoni, en medio de sus abuelos maternos, Juan y Alicia.

Asiente Tomás y acepta el temor de su papá. «Lo respeto, lo entiendo, cómo lo voy a juzgar. El que atacó a una persona sin que me hiciera nada fui yo y bueno, me viene este apuro de querer recuperar todo lo perdido, que es irrecuperable. Ocurre que cuando lo veo lo disfruto, me encuentro con una persona parecida, con similitudes, gustos en común… Hace unos días fuimos a jugar al tenis juntos a un club en Adrogué, fue muy lindo también compartir esa actividad».

En esta intención de mirar hacia adelante, a Pablo y a Tomás les preocupa cómo recuperar al menor de los hermanos. «Por una disposición de la Justicia, no podemos mencionarlo en los medios, es el innombrable, pero a mí me tiene muy preocupado que siga allí, viviendo en esa casa y con esa persona. No lo volví a ver más, pero no tengo ninguna medida de restricción, sólo que él tiene que querer, tiene que estar seguro y por ahora eso no sucede», explica el papá. «Yo sí lo pude ver a mi hermano, a escondidas y dentro de todo este maremoto está bien, confundido», apunta el hijo.

A veces el pasado se les escapa y vuelve a asomar, como cuando Pablo estuvo preso (2019-2022) y Tomás no sólo nunca lo fue a visitar sino que admite que lo vivió como una victoria. «Yo lo celebraba, me ponía contento saber qué le podía pasar a un pedófilo estando encerrado... Hoy a la distancia me parece terrible, pero en su momento estaba convencido de una mentira impuesta, y ahora es algo que no me perdono».

Aparece la imagen de Vázquez, su mamá. «Mi psicóloga se sorprende cuando le digo que hay muchas cosas de ella que admiro. Yo no veo que esté mal admirar sus virtudes por más que haya hecho mucho daño. Lo sigo sosteniendo: es la persona más inteligente que conozco, pero lamentablemente tiene una patología (psicopatía narcisista) que le hace generar mucho daño, que tal vez no mida, o sí, no sé. ¿Si la extraño? Sí, claro, porque cuando estaba bien era una muy buena mamá. Lo que pasa es que esos momentos eran muy escasos. Pero la quiero, más vale que la quiero. ¿Ella a mí? Yo creo que a su psicodélica manera ella sí me quiere, aunque esté enojada y me haya bloqueado».

Andrea Vázquez, la funcionaria municipal de La Matanza. Su hijo revela que lo bloqueó.

Tomás es más verborrágico, Pablo prefiere llamarse a silencio, escuchar. «Es difícil responder qué siento por él (suspira), pero valoro que hace un tiempo dijo que siempre va a estar con los brazos abiertos esperando a sus hijos y hoy eso está ocurriendo y es muy generoso de su parte después de soportar todo lo que le tocó. ¿Si lo amo? La verdad es que no sé qué contestar, por ahora es un proceso que iremos construyendo».

Pablo se acomoda en la silla. Desliza que tiene planes de ir al cine con su mujer. Tiempo de descuento. «Más allá de todo lo que hizo, Tomás es una víctima, no era él quien me acusó, él no lo ideó, fue usado. Yo soy su padre y lo seré toda la vida y voy a estar ahí. Le tocó una madre que le enfermó la cabeza y lo cosificó de una forma brutal. Disiento absolutamente con eso que dice que es una madre inteligente… Si no sabés vivir, no sos inteligente y ella es una pobre mujer que no sabe vivir, que se valió de sus hijos para un fin oscuro».

Hace una pausa y retoma: «Por eso entiendo que él no fue el responsable, me hubiera pasado lo mismo sin su intervención, el final hubiera sido igual. Eso no quiere decir que no me haya dolido verlo a Tomás con esa actitud, y por supuesto que me aparecen sentimientos encontrados porque me vienen imágenes suyas con discursos impactantes de un hijo que hable así de un padre, pero insisto en eso, en que no era él quien decía todo eso. Es mi forma de poder reconstruir esta montaña de cenizas«.

Abrazo de despedida. Padre e hijo coinciden en querer «mirar para adelante y dejar el pasado ahí donde está». Foto Emmanuel Fernández

Quien está en silencio, ahora, es Tomás, que luce cabizbajo, pero escucha con suma atención. «Es difícil estar en su humanidad. Para simplificar, primero apuntó contra el padre, ahora contra la madre… Valoro sus agallas, porque hay que ser valiente para reconocer, siendo ya un joven adulto, semejante error. Y eso merece una valoración importante. Hoy es importante que todo el grupo familiar cuide la salud psíquica, todos necesitamos un apoyo psicológico».

Se ponen de pie y acompañan a Clarín hasta la puerta del instituto médico sobre la calle Pereyra Lucena. «Recorrimos caminos tan feos que ahora, éste, es un lindo camino para ir desandando con la mayor tranquilidad posible, algo difícil. Es lo que nos toca». Se vuelven a abrazar ellos, padre e hijo, y nosotros, cronista, fotógrafo y videógrafo nos vamos en puntitas de pie.

AS

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