viernes, julio 4, 2025

Felices oligarcas en el final de la frugalidad

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Hace tiempo que dejamos de “ser” para ser otros. Deambulamos por vidas paralelas: la real y la que fabricamos ante la sociedad virtual. Ese mundo vaporoso que nos dicen que debemos estar para no dejar de existir. Un universo de “clics” ordenados en etiquetas de códigos cuidadosamente empaquetados por algoritmos opacos que han generado esta especie de Gran Hermano de las emociones, del consumo desmesurado, la falsedad y la impostura. 

La externalización de la vida íntima convertida en protectora del capital global, ensimismada en lo superfluo, en la mercadotecnia del yo y en la autosatisfacción de los deseos. Un neocapitalismo feudal, sin competencia ni precedente, que se ha abierto paso a codazos a través del conocimiento y monitorización de nuestra vida íntima. Una transferencia de soberanía personal que nos expone por partida doble: cuando entregamos nuestros datos a cambio de unos servicios relativamente triviales, y, cuando esos datos son utilizados para cosificar y estructurar un mundo que no nos resulta transparente ni deseable. De este capitalismo del espectáculo y la atención nace este primer Mundial de Clubes. Aquello que convierte en necesario lo innecesario, y que logra moldear conciencias para el consumo de emociones y productos que no se necesitan, pero se cree necesitar. Un torneo inoculado a la fuerza por unos oligarcas insaciables al borde de la frugalidad.

Tiempo atrás, su más encarnizado ideólogo, Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, sacó los tanques a la calle amenazando a la FIFA y a la UEFA con encabezar un mundial de clubes a su imagen y semejanza. El asalto no prosperó y la guerra de oligarcas se desactivó. Pero meses después, en un ejercicio de realismo mágico, el organismo internacional reconoció la gravedad de las presiones y se unió a los “golpistas” (no sea que la dejaran fuera) diseñando el torneo y compartiendo los millonarios beneficios. El dirigente “merengue”, es además el máximo ejecutivo de ACS, una de las mayores constructoras de Europa. Su perfil de empresario “modelo” en realidad esconde numerosos rincones sombríos. 

Hace un par de años, al calor de la moda del “fracking”, perforó varios pozos en el mar de Almería causando microterremotos en las poblaciones cercanas a la costa, circunstancia que hizo suspender de inmediato el denominado proyecto “Castor”. Sin el menor remordimiento -algo que haría sonrojar al mismísimo Jonatan Viale- demandó al Estado por la paralización de las obras, y reclamó 1.780 millones de euros por unos trabajos no realizados. De inmediato se activaron los vasos comunicantes de la política esclava y el poder económico real. El expresidente Mariano Rajoy, del derechista Partido Popular, deslizó apresurado el cheque sobre la mesa del magnate, reconociendo que el Estado había firmado como responsable subsidiario. Se había ejecutado el primer mandamiento bíblico del poder fáctico neoliberal: deudas públicas, beneficios privados.

El Mundial de Clubes exhibe un rostro de fútbol barato, que arrastra los pies, devaluado, con estadios vacíos, cansado, sin ritmo (a excepción del PSG y algún equipo brasileño), encabezado por oligarcas que sudan dinero a borbotones, en un capitalismo crudo, sin gaseosa, protegidos por coorporaciones publicitarias, multinacionales televisivas, y megamillonarios aburridos que cada cierto tiempo salen de rebajas y se compran un equipo de fútbol como quien se compra un cepillo de dientes.

Predominan los tiempos oscuros, el desasosiego crepuscular, los paisajes brumosos. Podemos soñar con que otro mundo es posible. Soñar es otra manera de vivir, más libre, más bella, más auténtica. Hay épocas sombrías en las que uno comprende que por sí solo no es nadie: sin cobijo, sin generosidad, sin la mutua ayuda, sin esas voces que te hablan al oído y te abren los ojos para que la esperanza no se rinda ante el fanatismo ronco del mercado y sus disfunciones del alma.

(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979

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